Dracomori
Las agujas secas de los pinos cubrían todo a su paso. Los árboles estaban completamente desnudos y si alguien hubiese pasado por allí, hubiese sentido el crujir de la maleza que acolchaba el terreno cubriendo multitud de socavones. Pudo ser un cigarro, lo que prendió en el bosque, pero fue una hoguera de alguien miserable. Con una rapidez vertiginosa las llamas se extendieron descontroladamente. Al dragón, que permanecía dormido en una cueva, le sorprendió el incendio y no tuvo tiempo de escapar. No podía ser real. Rugía con furia, rugía con ira, mientras las llamas abrasaban sus alas y caía. No vio a tiempo cómo el cielo se cubría y descargaba con dulzura el agua de sus nubes. El contraste era impecable. El dragón lloraba. En sangre viva, la carnero ja. La savia, viva. Mientras moría sentía la caricia de las gotas y la calma de sus heridas. Un huracán convirtió al dragón en Draco. Un árbol de corteza lisa, ramas fuertes y ramificadas con raíces áreas y copa redondeada. Otra